VIOLENCIA… ¿TIENES CARA DE MUJER?
En aquel entonces escribí. Escribí mucho. Acerca de todo lo que estaba sucediendo.
Necesitaba transmitir que algo muy importante existía por fuera de la vida cotidiana.
Algo que podía ayudarnos a ser nosotros mismos.
Quería contar que no estábamos solos y que muchos sabios lo habían sabido antes que nosotros, pero luego ese saber se había olvidado.
Escribí una cantidad de material, llamé a un medio de prensa muy conocido, hablé con el dueño y le pregunté si podía llevar lo producido.
Y allí fui. Lo dejé. Esperé. Nadie llamó, y lo di por olvidado.
Mi madre me preguntó sobre el destino de lo que había escrito y le dije que no importaba. Que por algo sería. Crecí viendo a mi padre luchando por la publicación de sus libros, y si bien los lograba publicar y en buenas editoriales, detestaba esa suerte de peregrinación, de rogar, de esperar que alguien diera el visto bueno. Prefería soltar y seguir adelante.
Pero mi madre decidió ir a buscar lo escrito. “Te pertenece. Está bien que no les interese, pero te pertenece”.
Y fue. El lugar, en ese momento, funcionaba en una casa antigua, señorial, con una escalera de mármol imponente. La recepción estaba abajo y arriba, creo que en el segundo piso, el despacho del Director.
La secretaria sacó medio cuerpo sobre la baranda y tiró al piso desde arriba la carpeta. En un acto de desprecio y violencia gratuitos, viscerales. El golpe sonó seco contra el piso brillante. No todo lo que brilla es Luz. Mi madre no dijo una palabra, se agachó, la tomó en sus manos y se fue.
¿Bienvenida al mundo real? Creo que no. No hay espacio para seres humanos en lugares donde se los trata como animales. No hay lugar para hablar de amor, donde el doble discurso habla de defender a las mujeres y luego les tiran su trabajo al piso para que los recojan como esclavos.
Los Seres de Luz siempre nos protegen, y nos sacan de los lugares donde no pertenecemos.
Nunca estamos solos… y lo que sucede es lo mejor que nos puede suceder…
A esa persona que bendijo el aire con una carpeta de amor voladora, gracias por no darme a los veinte años la oportunidad de entrar en la oscuridad del frío desprecio de humanos de corazón helado.
Gracias. Gracias. Gracias.
Bendiciones infintas.
Simone Seija Paseyro
Lectora de Registros Akásicos