Tengo una enemiga fiel que nunca baja la guardia.
Desde que me di cuenta que no quería mi felicidad y me impedía llegar a ella, intenté de mi vida alejarla. Pero siempre encuentra la manera de colarse. Porque es artera. Controladora. Ladina. Depredadora.
Busqué tenerla a raya con mis humos y mis fuegos. Pero los saltaba olímpica riéndose en mi cara. Y yo mirando brillar sus dientes entre luces magras.
Tengo una enemiga fiel que si me descuido ataca. Sabe mis puntos débiles porque me conoce entera. Mi pasado. Mi presente. Y si adivina mi futuro ahí va y le hinca los dientes.
¿Cómo pude equivocarme si parecía tan correcta? ¿Tan sabia? ¿Tan ordenada? Con la palabra justa, nunca un tono fuera de nota. Con los tiempos exactos, pegadita al reloj.
¿Cómo pude equivocarme si parecía tan fiel? ¿Si se la veía tan buena gente? ¿Tan luminosa? ¿Tan brava?
Tengo una enemiga fiel que nunca baja la guardia, hasta que me dí cuenta que podía hacerle frente. Y entonces, llamé a mi Alma. Le hablé de frente y bien claro.
– Te entrego el timón de mi vida. A ti. Y solo a ti. Yo te sigo donde vayas. Prometo escucharte atenta. Sentirte cuando te callas. Buscarte cuando te escondas. Traerte cuando te vayas. Pero ayúdame con esta, que me las tiene moradas. Que quiere romper mi vida, triturar mis sueños, reírse de duendes y hadas. Te llamo a ti, que eres mi alma. Porque no le encuentro salida. Ya no tengo fuerzas. Y esta huele que estoy perdida.
Entonces se dio el milagro. El Alma se puso inmensa. Cubrió mi vida completa, entró en mi cuerpo y mi aura. Y acorraló a mi enemiga, mirándola mismo a los ojos.
– Tú, Mente, quédate quieta. Que aquí nos vienes sobrando. Vete con tus piensos miedosos. Tus volteretas arteras. Tus dilaciones y trampas. Vete que aquí estoy yo, y fijate que me estoy quedando. Porque este timón es del Cielo y no de tu tierra de espantos.
Yo tenía una enemiga fiel. Que quería sobornarme con seguridades inexistentes y oasis de buenas vidas que ni pedí ni quería. Y ahora ahí está sentada, pegadita a mi Alma amada. Escuchando sus palabras. Soplando viento en mis velas. Y de controlarme…nada.
Bendiciones infinitas! Nunca estamos solas…
Simone Seija Paseyro
Lectora de Registros Akasicos