Blog - Nunca estamos solas

Sólo al tocar fondo…

Es necesario llegar al fondo del lodo, apoyar el pie completo, sentir los pulmones sin aire para darnos cuenta que tenemos que movernos para vivir.

Esa es mi definición del salirse de una relación tóxica. Siendo una relación tóxica esa en la que no puedo estar contigo pero no vivo sin ti.

Alguien me preguntaba qué decisiones había tomado para salir de la que estaba viviendo cuando vine a Daath hace un tiempo. Me dí cuenta que el haber venido a este lugar por primera vez era el inicio del fin de ese vínculo. Él tenía casa en un balneario, y estando allí, yo me había sentido muy mal, Pero seriamente mal. Al pedirle que me llevara a Montevideo me contestó que le estaba cortando la inspiración y se puso como loco (pintaba cuadros).

Al otro día desembarcaron en el lugar mi hija y dos amigas de hierro, y con toda suavidad me llevaron de vuelta a mis cabales. Y no volví a pisar el lugar. Porque no se puede confiar en quien no te cuida, te agrede y te da la espalda cuando te ve de rodillas.

El Universo me había mostrado el borde. Me puso en la cornisa y me dejó decidir. Lentamente me fui alejando, viendo punto por punto la destrucción del buen amor. Y cómo nunca estamos solos, me recordaron que después de lo que había sucedido con mi hija, nada justificaba vivir infiernos, porque no es para eso que nos trajo Dios. Si había cruzado esa línea de dolor, podía soltar a este hombre a quien amaba pero que al no poder hacerme bajar la cerviz, me lastimaba.

De su mano suelta aprendí que el amor no es posesión, ni celos, ni que te cocinen, ni que te lleven y traigan, ni que te invadan los espacios, ni que desprecien tu vida espiritual , te aislen de tus amigas o te dejen llorar y llorar sin que se les mueva un pelo. Me di cuenta que la pasión del encuentro se da con esa persona que te deja Ser, ama que Seas y Es al lado tuyo. Sé que amores así existen, porque los veo pasar por mi consulta y cada vez que sucede, le digo a la persona que es una bendición de la vida que hay que celebrar.

Y cuando celebras por las bendiciones ajenas indefectiblemente las propias no paran de llegar.

La vida me puso un maestro muy duro bajo la forma de un hombre veinte años mayor que yo, que siempre repetía “Dejáte querer”, pero si me dejaba me quebraba sin piedad. Los buenos maestros son los que nos obligan a crecer. Por eso le estoy inmensamente agradecida por mi bienestar de hoy y se lo deseo multiplicado viviendo su nuevo amor.

Bendiciones… y que tu vida se colme de buenos amores!!

Simone Seija Paseyro
Lectora de Registros Akásicos