Primero arranqué los muñones de plantas antiguas…
Primero arranqué los muñones de plantas antiguas que después de florecer quedaron petrificadas por el paso del tiempo, el poco riego, el exceso de sol.
Supe del misterio de un tronco seco con raíces profundas que se resistió a salir.
De la fragilidad milagrosa de una lavanda persistente que retiro para volver a plantar.
Doy vuelta la tierra con mis propias manos y el rastrillo del ánimo.
Para descubrir que esa tierra sagrada, cansada, exigida, sobre plantada, dadora de una cosecha tras otra sin parar necesita ser pensada, valorada, amada, reconocida.
Tomo cada terrón duro hasta deshacerlo. Y cuando se vuelve un mar térreo y fragante la abono con amor granulado.
La dejo descansar mientras en mi cabeza voy diseñando frutos, flores y colores.
Elijo cada plantín con cuidado. Como la joya viva y preciosa que es. Los visualizo frondosos, jugosos, crecidos.
Me siento en cuclillas bajo el sol tibio de la primera mañana.
Agradezco a la tierra. Agradezco su purificación. Agradezco el respiro entre los terrones exhaustos. Agradezco la semilla, el agua, la cosecha. Agradezco. Agradezco. Agradezco.
Y bendigo el momento exacto en que me sé tierra. Jardín. Cultivo. Vida.
Amo a la mujer-tierra fecunda que hay en mí. Y primero arranco los muñones de dolores antiguos…y así sucesivamente…labro mi propio jardín interno.
Porque todo es Uno.
Simone Seija Paseyro
Lectora de Registros Akásicos