¿Por qué damos tantas explicaciones?
Casarse o vivir en concubinato. Tener hijos o no. Tener hijos solas o buscar un padre para tener un hijo. Vivir en la capital, en el interior o en el exterior. Hacernos cargo de nuestros padres o una casa de salud. Tinto o blanco. Aborto sí o aborto no. Parejas interraciales si o de ninguna manera. Trabajo o estudio. O ambas. O ninguna. Gato o perro.
La lista de decisiones que vamos tomando a lo largo de la vida y las no pedidas opiniones. El “A mí me parece qué…” cuando nadie preguntó.Y si nos ponemos cortantes …”No se te puede decir nada!”
De lo que hago aviso cuando está hecho.
Sólo yo sé lo que me mueve.
Estuve al lado de alguien que exigía explicaciones constantes. ¿Por qué te vas con esa amiga para afuera? ¿Por qué tenés amigos hombres? ¿Por qué tardaste tanto, no era que ibas a tomar unos mates y volvías? ¿Por qué no querés que te acompañe? ¿Por qué no querés venir al cumpleaños de mi nieto? Oh my god…
Explicar quita porcentaje al disfrute. Hago. Luego… no explico.
De alguna manera, si no tomamos conciencia, nuestra vida se vuelve un rosario de explicaciones .
¿Te hace feliz? ¿Tu conciencia no te tortura? ¿Te lo merecés? ¿Querés hacerlo? ¡Pues hala! Menos saliva y más acción. Que la vida es un periquete y cuando queremos acordar las coordenadas se complican y se nos pasa el tiempo de dar explicaciones…simplemente porque no tenemos nada para hacer que motive que alguien nos las pida.
¿La ves? Es tu vida. Tu entera responsabilidad. Tu completo goce. A por ella…te está esperando con los brazos abiertos y seguro, seguro…que no te va a pedir explicación ninguna…
Merecemos.
Escrito por Simone Seija
La Psi que leo Registros Akásicos