PONIENDO EN ORDEN LA CASA INTERNA
Cada vez que hablamos de hogar, parece que nos referimos a uno en que hay un perro, tres niños, un marido y una estufa. Pero cuando hablo de hogar hablo del hogar de la esencia. Ese al cual regresamos cada día después de desdoblarnos en múltiples roles. De hacer, hacer, hacer, sin detenernos un instante a Ser.
El hogar interno no se comparte con nadie. En todo caso en un mismo techo coexisten varias seres humanos con distintas almas, esencias, necesidades.
El hogar interno se pone en orden, tanto como el externo. Y a veces cómo ordenamos o mantenemos limpio el externo…es reflejo de cómo llevamos adelante el interno.
Cuando reina el caos externo, estamos llenas de objetos innecesarios, el polvo se nos acumula en los rincones y nos da pereza encarar el proceso de ordenar, probablemente en nuestro interior, sintamos que hay objetos o personas que ya no necesitamos. El polvo son las palabras que no nos animamos a pronunciar porque implicarían mover situaciones. La pereza una forma sutil del miedo que nos hace “esperar” que lo que sea que nos tiene desasosegadas se solucione por sí mismo.
Hay hogares externos que brillan inmaculados. No se ve nada fuera de lugar. Todo está controlado. Probablemente nuestro hogar interno necesite que la mente controle todo, para poder vivir. Y si algo cambia, se mueve de su sitio, nos descoloca.
Hay una relación profunda entre cómo se encuentra nuestro hogar externo con el interno. Algo así como que o de afuera es un espejo del interior.
El hogar interno pasa desapercibido. No le solemos prestar atención. Creemos que hacer cosas espirituales, pasa más por lo fenomenológico que por lo cotidiano.
Mira hacia adentro. Observa cómo te sientes cuando estás en tu hogar interno, es decir, contigo misma…y pon manos a la obra. Tal cómo cuando se viene la limpieza de primavera y sacas aquello que no quieres conservar, ordenas y dejas espacio para la nueva vida que deseas transitar. Bendiciones infinitas! Nunca estamos solas!
Simone Seija Paseyro
Lectora de Registros Akásicos