PARÍS…
Su manteca y su confiture sobre la barra de pan crujiente.
Su leche espumosa que logra quebrar la causa de toda una vida de detestar cordialmente el café con leche.
Las librerías, las formales y los puestos de libros sobre el Sena, donde Anais Nin y Nietzsche se encuentran por tres euros siempre que te ensucies un poco las rodillas y te tires al piso para desenterrarlos de las filas de abajo.
Libros y libros en todas sus manifestaciones y muchos sobre espiritualidad. En la ciudad de sombras y luces, la Luz abre una cuña y ocupa un lugar en este Quartier Latin.
Los cafecitos mínimos, con sus dos sillitas afuera y la mesita minúscula, donde el frío no se siente, porque el calor se genera desde un lugar tan diferente.
El francés que se desgrana en el aire, hablarlo, sentirlo entre mis labios, gozarlo.
El negro de la vestimenta, en sus gamas tan ricas de tonos y prendas, de elegancia sutil que ignora olímpica la propuesta colorida de las revistas de moda y las vidrieras. No luchen. La batalla está perdida. El negro es el color que queremos, gritan los zapatos, las piernas de medias oscuras, los sacos masculinos, las bicicletas.
El vino beaujolais nouveau, el de este año. Sin saber nada de vinos, alguna parte de mi cuerpo pide ese rojo tan frutal o un chablis que me pueden llevar al cielo sin boleto de vuelta.
El silencio bullicioso. Ser tantos en un espacio sin invadirnos.
Hombres y mujeres solos, sentados con un libro, o escribiendo. Perdidos en su mundo.
El francés de pelo y barba blanca que fuma, toma su verre de vin, huele las hojas entintadas y de un momento al otro desaparece en la bruma del café Danton.
No hay opción. Tengo que volver cada cierto tiempo porque no quiero olvidarme de ese encuentro que me hace sentir tan viva, que me da fuerzas para la noche y las mantiene briosas durante el día. Que deja el cuerpo alerta, abre los velos de los tiempos a la mirada. vuelve mis dormidas narinas abiertas, el paladar extasiado, el intelecto ardiendo, los ojos iluminados.
Simone Seija Paseyro
Lectora de Registros Akásico