Blog - Nunca estamos solas

NUNCA ES TARDE PARA CONVERTIRTE EN LO QUE SOÑABAS SER

Festejo haberme entregado por completo.

Al principio me resistí. Ahí solo iba a estudiar. Porque ya estoy grande, porque recordé tarde que esto es lo que más quiero hacer en mi vida, porque los tiempos apremian y hay que llegar al final. Cómo si existiera tal final…

Cuando tenía 17 años y un mareo de novela, dije en mi casa que quería estudiar Psicología, y la respuesta fue “Los psicólogos son psiquiatras frustrados. Si tenés ganas de estudiar psiquatría hacé medicina y especializáte.” Y yo, que con los médicos no tenía nada que hablar, no me di cuenta de que con los abogados menos y entré en Derecho. Y la terminé, como no…y salí siendo la escribana con menos ganas de este planeta por la pomposa puerta de la Universidad.

Veinte años después recordé lo que tenía ganas de Ser, y me apunté en la Facultad de mis amores juveniles. Para que ser y hacer se integraran, que ya era tiempo, ¡caramba!

Me di de bruces con la exigencia de base: todo se hace en grupo. Protesté. Y como. Porque llevaba tiempo. Porque había que lidiar con el Otro. Porque había que escuchar al Otro. Tolerar al Otro. Conocer al Otro. Integrar al Otro. Aceptar al Otro.

Entonces, poco a poco, tal cual las canciones románticas, dejé caer a mis pies los trajecitos marrones y negros y aparecieron los colores por el guardarropa de mi vida.

Empecé a quedarme en el patio tomando mate en ronda. Y un día,” no sé como, ni sé con que pretexto”, el tiempo dejó de importar. Me permití gozar los años de disfrute, de charlas, de salidas, de Tortuguitas, de mates, de encuentros, de personas valiosas, de patios, de sorpresas, de docentes inolvidables y de fatídicas decepciones.

Dicen que la edad no es algo físico sino mental. Concuerdo lo suficiente como para confesar que disfruté estudiar más que si lo hubiera hecho hace años. Porque la que soy hoy está mucho más preparada para gozarlo que aquella.

Y cuando llegó el día de dejarla, como con esos amores que uno no quiere ver partir, la extrañé antes de trasponer sus puertas. Porque puedo volver mil veces, pero la manera de caminar su Facultad que tiene un Estudiante de Psicología es única, es plena, es apasionante.

Porque damos los mejores abrazos, de máximo rendimiento y presupuesto más exiguo.

Porque siempre recordamos preguntar “¿como estás?” en serio y con ganas.

Porque sabemos que en la calle codo a codo somos mucho más que uno y se marcha mejor. Porque aunque detestemos algunas materias las que nos gustan las amamos.

Porque tenemos el patio más confidente de Montevideo.

Porque somos diversos, “locos” y argumentadores de fuste. Y porque en general, nos encanta lo que hacemos, nos gustan los Otros y hacemos de ellos y colaborar con sus procesos, nuestra razón de existir.

Al principio me resistí. Como no. Era tan distinto a todo. Sin embargo, como nunca en la vida, festejo haberme entregado por completo.

Bendiciones infinitas! Nunca es tarde para convertirnos en lo que soñamos Ser!

Simone Seija Paseyro
Lectora de Registros Akásicos