NO HAGAS SUFRIR AL EXTRANJERO, ÁMALO PUES ES COMO TÚ…
De vez en cuando hay que parar. Escuchar el silencio para sentir las voces. No sólo las voces divinas…sobre todo las voces humanas.
Preparo el mate y me siento a escribir mientras el guiso de lentejas que me inventé, hierve sobre el fuego. Frente a mí, el mar. Alrededor de la casa los eucaliptus, pinos, las acacias florecidas. Una palmera amable que abracé.
Tiempo de movimientos. De migrar y emigrar. Gente de mi país que parte a vivir su vida en otras tierras. Gente que llega de otras tierras a vivir en mi país. Un trasiego de almas toma por asalto el mundo y la llamada urgente es a ser humanos. Ser Humanos.
Hoy es el día del rito del pan y el trabajo. Pedimos trabajo y regalamos un pan. Se me ocurre que ese rito se puede celebrar todos los días…
En este movimiento, de no certezas, de estructuras que caen, encuentro dos llaves para la supervivencia. La aceptación combinada con adaptación. Y la solidaridad activa.
Aceptar la realidad tal cual viene, adaptándonos a lo que es. Agradeciendo por lo que hay. Porque somos inmensamente ricos si tenemos techo, comida y el corazón abierto para recibir al amigo desconocido. Nadie le quita nada a nadie. Hay lugar para todos…pero en el momento en que nos inoculan la sensación de escasez, de los bienes finitos, de que no somos hermanos sino competidores, la oscuridad gana. Y la oscuridad no está afuera. Habita en cada uno de nosotros, lista a saltar cuando se nos activan los miedos.
Alguien me dijo que sentía miedo, pero que era un miedo infundado. Apaga la mente, le pedí. Y escuchá a tu miedo. Al escucharlo, al darle espacio, vas a tenerlo identificado, y tenéle respeto. Detrás de la mayor parte de nuestros actos hay un miedo no aceptado. Y después no entendemos por qué hacemos lo que hacemos.
Al abrir los ojos encontré que un ser muy luminoso había escrito un post. “No hagan sufrir al extranjero. Ámenlo pues es como ustedes.” Levítico 19:33.
Ese es el mensaje en este tiempo de aparente caos. Si hacemos que prevalezca el amor, vuelve el orden. Y en el Orden no hace carne la maldad.
Somos extranjeros en esta Tierra. Todos. Porque no somos una bandera, ni un idioma, ni unas tradiciones. Esa es una circunstancia. En algún otro momento tuvimos otra bandera, otro idioma, otra tradicióm, por eso cuando viajamos, tantas veces nos sentimos en casa.
Cuántos se están moviendo hacia su antigua casa, porque la recuerdan aún y la eligen.
El reto de ser humanos es recordar la hermandad. Dentro de la hermandad, en la propia familia, existen el desamor, el juicio, las acciones oscuras. Está lo que no se encuentra en nuestra mano modificar, y luego lo que sí.
Hay un compromiso por la vida propia cuando extendemos la mano hacia el otro. Siempre. Extenderla porque así lo sentimos. Para poder extender una mano, hay primero que Ver a quien nos necesita. Y tantas veces la caridad empieza por casa. Mira alrededor tuyo y no des nada por sentado. Quiénes más quieres pueden estar sufriendo en silencio. O te puedes estar olvidando de decir “te quiero” que es el pan del alma.
Nunca estamos solas. Nunca estamos solos. Extendamos la mano y se volverá realidad. No es lo grande del acto sino el sentimiento puesto en él.
Bendiciones infinitas y por estar en mi vida… gracias, gracias , gracias!
Simone Seija Paseyro
Lectora de Registros