Blog - Nunca estamos solas

NO CAMBIARÍA NI UNA COMA DE LA NOVELA DE LA VIDA QUE TOCÓ…

Siempre nos gustó pasear juntas. Aunque en algún momento la vida nos puso pruebas duras, encontramos los caminos de amor y disfrute para continuar haciéndolo. Por eso, cuando hay algo que celebrar, y cuando no también, pero sobre todo cuando sale el sol, nos vamos al barrio que más nos gusta a las dos. Ese donde primero yo y veinte años después ella, anduvimos en el mismo caballito, Ratón. Ese en que la llevaba a patinar con sus amigas a la misma placita que veinte años antes patiné con las mías. Ese lleno de árboles y hamacas de todos los tamaños para adultos sin edad… y para niños.

Nos sentamos a tomar algo y al lado nuestro una niña de unos tres años se quejaba, gritaba, en fin…se manifestaba.

Entonces recordé como era salir con ella a esa edad. No era simpática con todo el mundo, porque hasta el día de hoy tiene una mirada penetrante que parece que te hace un scanner, y si no le caés bien de primera, no le vas a caer bien nunca. Pero… era… ella.

Nos gustaba ir a una parrillada que queda sobre Arocena, y mientras con su padre arreglábamos el mundo hablando , se iba muy decidida, se trepaba a un banco alto, y se ponía de charla con el señor encargado de la parrilla. No tengo idea de qué hablaban, pasaba horas acompañándolo a trabajar. Volvía roja del calor de las llamas…y llena de una sabiduría que hoy aplica porque le encanta hacer fuegos para cocinar.

El otro lugar era un poco menos distendido. Pero se conocía a todos los mozos, que sabían que no le gustaba la silla alta. Comía dos bocados de mi plato, y después se iba internando entre las mesas ocupadas, apenas se le veía la cabecita entre las sillas, seleccionaba una, generalmente una pareja, apoyaba los bracitos sobre el mantel, apoyaba el cachete entre las manos…y arrancaba a conversar.

La miro, la veo tan grande, y pienso cómo alguna vez estuvo dentro de mí. Rememoro lo rápido y sencillo que fue parirla y lo complejo de seguirle ese su paso tan propio.

Cuando a los 19 años supe que estaba embarazada, el mundo pareció girar y ponerse del revés. Pero hoy le dije una vez más, entre cheese cakes, jugos y sol, que con todo lo arduo de algunas partes de la ruta, no elegiría cambiar ni una sola de las circunstancias de mi vida. Y por sobre todo, haberla tenido tan joven por amor. Porque ella es fruto de un amor profundo…y cuando se entra con ese pie al mundo, por fuertes que soplen los vientos, sabemos que nos querían acá.

Por la vida, con sus luces y sus sombras, sus alegrías y sus aprendizajes, por sus idas y sus vueltas, pero por sobre todo, por la fiesta de los encuentros….GRACIAS GRACIAS GRACIAS

Simone Seija Paseyro
Lectora de Registros Akásicos