Blog - Nunca estamos solas

Miedo. Esa es la palabra clave.

 

En un vínculo con otra persona si le tenemos miedo algo funciona mal. Muy mal.

Tal vez eso hizo que las tres veces que me divorcié fueran tan distintas unas de otras. Lo cual parece obvio. Porque se trataban de circunstancias y parejas disímiles.

Pero…con el diario del lunes y mirando hacia atrás, caigo en la cuenta que actué como actué según tuviera miedo o no.
La palabra separación lo dice todo…separar, romper, quebrar. Su corolario, divorciarse, implica reformular la vida entera.

¿Donde va a vivir cada quien a partir de ahora? ¿Cómo nos vamos a arreglar con el tema de los hijos? ¿Quien se queda con el perro? ¿De qué manera dividimos los bienes?

La principal característica del divorcio, es que es el momento en que realmente conocemos a la persona que tenemos al lado. Y a nosotras mismas!

Porque podemos descubrirnos sintiendo y haciendo cosas que no imaginamos.

A veces soñamos con estar libres y tranquilas y cuando llega el momento el silencio nos pesa como plomo.

O creemos que alguien nos va a estar esperando del otro lado y no sucede así. Con lo cual, además del dolor por lo roto, viene el de descubrir que lo que creíamos que iba a ser un refugio se transforma en una nueva fuente de malestar.

Luego hay un concepto de familia que nos pesa. Si nosotras tomamos la decisión, nos sentimos responsables por deshacer ese ideal. Funcionara como funcionara.

Y si nos levantamos un lunes enterándonos de un momento para el otro que lo que creíamos seguro y para toda la vida, se termina, sentimos que nos quedamos sin tierra bajo los pies.

Así que me gustaría compartir con ustedes mi experiencia con cada uno de esos divorcios. Porque nunca estamos solas…porque nos suceden experiencias similares. Y porque así vamos transitando el camino, apoyándonos unas a otras. Aprendiendo otras de unas.

Bendiciones infinitas! Nunca estamos solas…

Simone Seija Paseyro
Lectora de Registros Akásicos