Blog - Nunca estamos solas

Me lo había cruzado varias veces…

Me lo había cruzado varias veces pero apenas lo había registrado. Era bien del tipo “última coca cola en el desierto y me muero de sed”. Mi especialidad. Porque terminan siendo esos que una vez que recorto el rasgo, se apropian de mi deseo. Por esas cosas de la vida las palabras fueron haciendo diente en los espacios. Mágica, inexorablemente, sentí como se iba produciendo el derrumbe de fronteras. Me erigí en hacedora de destinos cuando decidí lograr que me mirara. Lunas después, rememorando, confesó el momento exacto en que ese camino ya no tuvo retorno ni peajes. Un momento muy posterior a las charlas y los primeros encuentros. “No sé que me pasó, pero aquel día en la escalera, te diste vuelta, dejaste a la gente con la que estabas hablando y comenzaste a caminar hacia mí para saludarme. Parecías un relieve nítido, luminoso, sobre imágenes fijas. Eras vos, solo vos, y ahí, te vi por primera vez, ¿podés creer?” Claro que te creo.

Lo esencial de la mirada del otro. Los ojos y las escaleras pasando por mi vida. Hay algo inquietante en esos globos oculares ondulantes cuando ascienden, descienden , se cruzan, se ignoran, se matan, se desean, se aman, se reprochan, se niegan, se esconden, se exponen, se ven, se llaman, se despiden.

Es con los ojos que damos razón de su existencia al otro. Que nos damos por notificados de su pasar. Que habilitamos, entregamos, invitamos, defenestramos, sembramos, nos llevamos, hurgamos, evitamos. En el peor de los paisajes vinculares, existe un infierno inexcusable: no ser vistos.

Hay quien se queja de que la persona a la que quieren no las llama, no las aprecia, no se quiere casar con ellas, no las escucha, no las ama, no las respeta, no las valora, no les corresponde. Existen muchas acciones concretas que parecen haber sido decretadas por la sociedad como las violaciones máximas a la posibilidad de entrega, al contrato, a lo legal. Y están aquellas menores, las letras chicas, los pie de página, los paréntesis, que para mí cobran toda la relevancia. Pueden estar todas las formas, las currículas cubiertas, o no. Pero si la mirada del otro no habilita, no da vida, no acredita, no desea, no registra, se pierde el sentido, se nos cae la brújula y giramos sin norte ni salida.

Hoy se me ha dado por pensar que existen cosas nimias por las cuales quiero bregar. Hoy brego por ojos deseantes, seguros de sí, con sangre en los párpados. Ojos que sepan lo que quieren y vayan a por ello sin dudar, soñando y sin soñar. Brego por los ojos dulces, aterciopelados, platerenses, pero también por los negros, furiosos, apasionados. Por los claros que quitan el aliento y hacen sentir que los ángeles están en misión traviesa. Por los miel, gatunos, arrullantes y festivos. Por los verdes, estrellados, trascendentes. Pero ante todo, más allá de tonos,formas, pompas y boatos, brego porque los ojos de aquellos a quienes yo quiero…simple e inevitablemente… me vean.

Bendiciones infinitas! Nunca estamos solas!

Simone Seija Paseyro
Lectora de Registros Akásicos