LOS SONIDOS DEL SILENCIO
Me paro frente al espejo y lo miro
Cada una de sus partes tiene voz.
Camino y duermo con él todos los días pero muy pocas veces le demuestro mi amor.
Es más, a veces no sé ni siquiera si lo amo.
Querría cambiarle tal o cual parte que me cuesta aceptar de él.
Pero sobre todo, y eso es lo más grave, lo he escuchado poco.
Hoy me levanté con ganas de abrazarlo y agradecerle…
Gracias a mis pies que me llevan donde quiero ir y soportan toda mi estructura, y la flojera que me da moverlos lo que debiera.
Gracias a mis piernas que me sostienen y que de tanto en tanto gritan en silencio que los líquidos se agolpan en mí y es necesario caminar,
Gracias a mis caderas, engranaje perfecto, obra de ingeniería humana que ha sabido llevar con solidaridad mi aumento de peso elevado a la n cuando el dolor arrasó mi existencia.
Gracias a mi sexo solidario que por encima de toda circunstancia nunca dejó ser savia de vida. Al útero que portó a mi hija, y a la memoria que el conserva mejor que yo de una existencia que fue mucho más que ser reproducción.
Gracias a mi columna vertebral, estructura de todo un sentimiento, que me avisa cuando energéticamente algo no funciona, recordándome que existe y que entre sus vértebras se pueden alojar puñales de dolor.
Gracias a mi vientre, portador de vida, procesador de tanta comida deliciosa, y a veces contenedor de todo lo que no pude expresar.
A mi corazón, por haber continuado latiendo en tiempos de muerte.
A mi garganta, por haber empezado a hablar en tiempos de miedo.
A mi boca por verter en el mundo las palabras que elijo, a mi nariz que me da el aliento para exhalarlas, a mis oídos que me dan la capacidad de escucharlas, y a mis ojos la posibilidad de ver el mundo.
Gracias a mi pelo, a mis brazos y mis manos todos instrumentos de envolver en amor.
Y luego me dejo ir como una gota dorada desde la punta de la coronilla recorriendo los caudales de la sangre, de los huesos, de los ligamentos, de mi hígado, mi intestino, y cada órgano y célula por mínima que pueda ser. Mientras esa gota se desliza, digo gracias.
Por ser el envase de mi alma, le agradezco.
Y por todas las veces que lo ataqué y no lo tuve en cuenta, le pido perdón.
Es tiempo que él y yo caminemos juntos… que recorramos la historia de nuestros ancestros, que recordemos los dolores anudados en las partes que hoy quieran hablar.
Me he preocupado tantas veces en qué ponerte encima sin darme cuenta que sin ti, adorno alguno tiene sentido.
En los sonidos de tu silencio acéptame y hazme tu voz.
Para que juntos desandemos el camino del desamor que te he tenido hasta hoy…
Bendiciones!
Simone Seija Paseyro
Lectora de Registros Akásicos