Llego a la ciudad, dejo las valijas y salgo a la calle a buscarla…
Llego a la ciudad, dejo las valijas y salgo a la calle a buscarla. No entro, no es necesario. Lo que busco es la energía que se despliega alrededor. Verla acercarse en el momento en que salgo por la rue des Augustins al borde del Sena.
Cada vez que parto, voy a decirle que me espere. Que vuelvo. Y ella sabe. Ella espera. Es una madre. Nuestra Madre. Notre Dame.
Dentro de ella recé y pedí por Micaela la primera vez que fui a París.La segunda, sola y asustada, me tomaba el metro para ir a verla. Todos los días. Me sentaba en el jardín de atrás a buscar la paz que se había escapado por las ventanas de mi vida.
Y luego fueron innumerables las veces. Cada una de ellas, me paraba enfrente y la miraba. “Estoy en casa. Madre. Estoy en casa.”
El primer día que vi nieve…al caer los primeros copos, fui hasta allí. Para verla nevada.
En febrero, cuando llegué el 27, fui a agradecer el milagro de la vida. ¿Porque a quien sino a una madre se le agradece? Caminamos por delante, por detrás, hasta que sentí que había que subir. Que era el momento. Y allá estaban ellas, las gárgolas. Sentí tanta paz. Me supe tan protegida. Desde allí arriba la ciudad entera rodeada de Luz. El Arcángel Miguel sobre el Boulevard Saint Michel, y ellas, con sus caras feroces y sus alas desplegadas, rodeando el campanario.
Dicen que como estaban en obras, se las llevaron. Y fui a buscar a mi celular las fotos de Instagram, para verlas y tranquilizarme. Todas las fotos estaban perfectas, pero la de las gárgolas…estaba así.
Cinco horas luchando contra el fuego. La gente sobre el lado opuesto del Sena rezando. Y de las gargantas de franceses y no franceses surge el canto que se extiende por las calles…piden que se salve.
La energía de ese lugar es mucho más que la iglesia en sí. Es el alma que recuerda las veces que murió a sus pies. Es la fe de cada uno de los que rezan. Es el sentimiento de estar en casa y saludar a quien todo lo sabe, todo lo perdona y siempre consuela. La llames como la llames.
Cuando la oscuridad ataca uno se siente más fuerte. El Amor es invencible. Realmente lo es. Millones de almas alrededor del mundo, derramamos una lágrima y una plegaria. Y esa fuerza es tan tangible como las llamas que ardieron, son el agua que las apaga.
Porque nunca estamos solas. Porque cada mensaje recibido de uds fue un “Estoy aquí”. Porque muchas saben lo que es para mí ese lugar y se acordaron …A París vuelvo pronto, a ese lugar primero que ninguno. No es su belleza externa sino su esencia la que me llama. Ese lugar ahora es doblemente especial…y poderoso.
“Lo esencial es invisible a los ojos!
Bendiciones infinitas! Luz. Luz. Luz.
Simone Seija Paseyro
Lectora de Registros Akásicos