Leo y me quedo pensando
Dos preguntas sencillas. Cómo todo lo sencillo, complejo y profundo.
¿Qué esperas de una pareja? ¿Qué tienes para ofrecer?
Creo en ese rayo que atraviesa el corazón, lo incendia y lo hace suyo.
Creo en esa mirada de “te conozco desde siempre “ y en lo que se genera en un Encuentro de esos con E.
Pero, también creo en preguntarnos realmente, cuando encontramos a esa persona que nos hace temblar de pies a cabeza, si su combo de vida es lo que esperamos para la nuestra. O no. Y tener la osadía de separar amor de realidad.
Alguien me dijo una vez que cuando formabas una pareja sabías que ibas a tener ciertas cosas y otras no. Porque así funciona. Si estás con un fanático del fútbol los días de partido no vas a contar con él. O si alguien es hipersociable y el otro no, las negociaciones pueden llevar tiempo. Y ganas.
Pero luego hay situaciones que vienen junto con la pareja, previas a conocerse, que llueven como por arte de magia. Y que, o aceptamos el todo o nos quedamos sin nada.
En la vida, siempre creí que amándose se podía con lo que sea. Pero no tuve en cuenta el factor sufrimiento. Poder con lo que sea, sin que eso se convierta en un sufrir perpetuo no era una variable a contemplar. Hasta que me sucedió.
Paciencia. Generosidad. Compasión. Compañerismo. Son palabras que suenan fabulosas pero que no son tan sencillas de poner en práctica. Hay una especie de nube romántica en el colectivo humano que dice “Si realmente lo/la querés, vas a soportar todo.”
Leyendo la biografía de Isabel Allende y su historia con su segunda pareja, la admiré. La admiré mucho. Porque esa chilena fogosa se arremangó, entró en la vida de su amor americano, y libró todas las batallas para integrar familias. Para ayudar a los hijosde él y cuidar a los propios. Para lidiar con problemas complejos. Algo en su manera de transmitir el convencimiento de que no concebía otro lugar en donde estar, me hace sentir que todas las pruebas las atravesó porque eligió hacerlo. No por “buena”. Sino por decidida.
Pero a mí estas dos preguntas me hicieron plantearme con seriedad, después de la vida vivida, qué situaciones elegiría no sostener. Y qué estoy en condiciones de ofrecer, desde mi propia situación. Desde la persona que soy. Con mis luces y mis sombras. Mis defectos. Mis creencias. Mi tendencia al control exacerbado. Mi exigencia para conmigo y para con el otro.
Las escribí en mi libreta de “Pensamientos y preguntas”. Las dejo macerando. Cocinándose al fuego lento de ir hacia lo más profundo de mí misma. Para hacérselas a mí alma, a mi cuerpo, a mí historia. Y aún más…las extendí a todos mis vínculos. “¿Qué espero del otro? ¿Qué tengo para ofrecer?”
La vida no es “suerte”. Fluir con la energía no tiene nada que ver con dejarse arrastrar por corrientes que nos llevan a puertos indeseados.
Construir la existencia tiene que ver con conocerse. Y elegir en qué movimientos involucrarnos, qué lugares ocupar, con qué personas compartir. Respetando quiénes somos y lo que nos hace bien
Bendiciones infinitas! nunca estamos solas!
Simone Seija Paseyro
Lectora de Registros Akásicos