Hacer un viaje en el tiempo…
Hacer un viaje en el tiempo y recordar si en algún punto de la vida, hacer lo que queríamos, ser quiénes éramos, decir lo que sentíamos, nos valió un castigo, un exilio, un silencio.
Tantas veces nos cuesta decir desde el corazón lo que deseamos, lo que nos está pasando, hacer lo que nos convoca. Porque tenemos miedo de perder lo que tenemos. La pareja, la familia, los amigos.
Entonces nos callamos… damos con el “talle” esperado y continuamos en modo avión. Desconectados de nosotros mismos. Más preocupados por conformar al afuera que al adentro.
Cuando escucho a alguien decir que Ser le puede salir caro. Que tiene que pensar para no perder en elegir entre dos cosas tan básicas como el amor o lo que se quiere, me pregunto en qué momento de la vida, allá en la noche de los tiempos, ya pagó con creces su espontaneidad, inocencia y alegría.
Echar una mirada en el recuerdo a los vínculos en que nos construimos, nos va a dar el mapa de viaje del presente.
Si nos enseñaron a mentir para quedar bien, a callar para no molestar, a aguantar para no cambiar lo que era. Si nos enseñaron a desconfiar, a enjuiciar, a hablar mal de los otros a las espaldas, sólo para ver que estando la persona interesada delante se le daba una sonrisa, probablemente aprendamos que ser auténticos no vale la pena.
Ser auténtico en los tiempos que corren es un riesgo. Pero se me antoja la única manera de lograr encontrar algo parecido a la paz con uno mismo.
No esa paz externa que alegra a los otros. Sino la interna, la que vale. La que puede poner a todo el mundo de cabeza buscando que volvamos a lo de antes, pero que después que se probó es muy difícil de soltar.
La paz de ser quien se es, decir lo que se siente y actuar como se quiere. Para todo lo demás… y para eso… sinceridad.
Bendiciones!
Simone Seija Paseyro
Lectora de Registros Akásicos