Fue por el año 2013 que empecé el camino…
Fue por el año 2013 que empecé el camino de encuentro conmigo misma y a transitar la noche más oscura. Sentí que no tenía fuerzas para ser la que estaba para todos. La que reía. La que barría las heridas viejas pero abiertas que dolían pero no quería prestarles atención. Sentí que no quería ser la divertida, la aventurera, la escucha perfecta.
Mis amigos me reclamaron. Escribí un mail ¿pidiendo perdón? Por necesitar estar sola. Por no querer salir. Por elegir aislarme. Hubo quien no lo entendió. Hubo quien sí. Fue en ese proceso largo de casi dos años, que me permití quebrarme ante el dolor y decir bien claro “No puedo más”.
A la salida de ese túnel encontré dedos señalando. La súper poderosa había fallado. Antes habría caído de rodillas pidiendo disculpas. O habría sentido que el desafío estaba perdido. El de seguir viviendo como si no pasara nada cuando sentís que no podés abrir los ojos de la angustia y la tristeza.
En esta oportunidad sonreía y me estiré al sol de una alegría genuina y diferente. Ya no quería amigos que me necesitaran, sino que me quisieran. Ya no me interesaba ser la más osada, divertida, diferente, solidaria falsa. Porque no es solidario verdadero quien no se ayuda a sí mismo. Elegí dejar de ser la payasa y desmantelé el circo. Porque ellos no sabían quien era yo. Ni yo misma lo sabía. Entonces no era a mí a quien querían, sino a lo que yo me había convertido para complacer y ser querida, aceptada, perteneciente a…
Hoy río desde la panza. Digo lo que pienso. Voy de frente. A veces molesto. O decepciono. Porque aunque canalizo mensajes divinos, soy más que humana. Y no hay humano honesto que le guste y le caiga bien a todo el mundo. Si no, no estaría en este plano. Estaría tocando el arpa en una nube, y no luchando con mis falencias propias cotidianas. Por otra parte aprendí a no tener miedo a tener enemigos. Ni a que hablen mal de mí. Mi conciencia duerme en paz y eso lo sabe mi alma.
Para poder ser uno mismo, hay que darse el lujo de poder estar triste. De permitirse llorar. De sentir cuando la vida se secó y no le encontramos el jugo. Cuando algo se rompió y hay que pegar los pedazos rotos. Quiénes nos ven se ponen nerviosos. Nos prefieren alegres. Disponibles. Todopoderosas. Pero…No quiero ser una heroína de ficción, sino que quiero matar mis propios dragones internos y conocer a las personas que me acepten y amen tal como soy, no como quieren que sea.
¿Cómo se empieza? Un día cualquiera en que sentimos que no podemos más. Y nos damos el permiso de admitirlo. Entonces, sin mochilas ajenas, partimos en busca de nuestra voz, nuestro corazón, nuestra verdad. Solas. Porque este viaje no admite compañía. Pero sí que nos esperen a la salida. Y nos sostengan la mano para recordarnos que nos ven y estamos vivas.
Bendiciones infinitas! Nunca estamos solas!
Simone Seija Paseyro
Lectora de Registros Akásicos