Esa pareja vino mal de entrada
Esa pareja vino mal de entrada.
Al mes de estar saliendo colgó en su face una foto del Cabo Polonio donde habíamos pasado unos días maravillosos, y al pie surgieron comentarios de mujeres totalmente inadecuados. Y no quise ver…Según una amiga, cuando empezamos un vínculo lleva tiempo emprolijar la vida. Con el diario del lunes, cuando un hombre se vincula con las mujeres desde el histeriqueo constante, hay mucho más para emprolijar de lo que imaginamos.
Por supuesto que a la hora de los reproches, él era quien decía que yo ejercía la seducción constantemente. Era una forma muy hábil de confundir y de hacerme dudar hasta de mi nombre.
Pasaron los meses y la propia hermana comenzó a darme información en donde era clarísimo que yo no era la única en esa relación. Y luego, hasta la almacenera de la media cuadra, vecina de toda la vida y que le vendía a él y a sus hijos, un día me vió entrar y me dijo “Pero no es contigo que vino hace unos días a comprar algo abrazado.” Y no. No era conmigo.
En ese momento, aunque bien cumplidos mis cuarenta, las ganas de no ver y de creerle a él eran tan grandes, que le contaba lo que me habían dicho. Exponía a quiénes me habían dado la información. No por maldad. Sino por inmensas ganas de escuchar que las desmentía. Aunque nunca, nunca, las citó para hablar los tres y aclarar la confusión. No había lo qué aclarar. Era él quien mentía.
Se habla mucho de la solidaridad femenina. Pero hay procederes poco solidarios. Ese mío es uno de ellos.
Sabiendo lo que sabemos, porque cuando nos engañan y las señales saltan por todas partes lo sabemos, es más sencillo “matar al mensajero”. Pero el mensaje es real. Aunque intentemos creer lo que no es. Aunque dejemos expuesto a quien tuvo las agallas de hacérnoslo saber.
Aprendí de mí misma que no hay peor ciego que el que no quiere ver…y que cuidarnos entre nosotras abarca guardar silencio sobre la fuente.
Que cuidarse a nivel de género abarca respetar a la pareja de tu amiga, y la de quien no lo es.
Que tapar el sol de la mentira con el dedo de escuchar que te digan “Te dice eso, te miente, porque está celosa. “o “Es mentira, yo jamás engañé a una pareja” y elegir creer aunque las pruebas materiales se tengan a la vista (fotos, mensajes, etc), es la no posibilidad de aceptar la realidad.
Y el problema está en uno. Algo hay para reparar en la autoestima. En el merecimiento. En la historia. Alguna cicatriz mal curada se nos pasó por alto y actuamos desde la negación absoluta, y exponemos a quien nos quiere cuidar. No nos damos cuenta que el enemigo lo llevamos dentro, y lo ponemos afuera.
El enemigo no es el hombre que nos miente, nos hiere, nos humilla de mil maneras. Ni la persona que nos da los elementos para saberlo. El enemigo se llama “No me quiero nada”. Y el apellido…el nuestro.
Los grandes cambios comienzan en la propia casa…
Bendiciones!! Que tengas un maravilloso viernes, preludio de un pleno fin de semana…
Simone Seija Paseyro
Lectora de Registros Akásicos