¿Es necesario?
Amé esta viñeta tan real. Me vi sentada ahí, mi corazón y mi cerebro de parranda y copetín. Mi corazón tratando de convencer a mi cerebro que puedo hacerlo. Que realmente son solo un par de heridas más y lo dejo.
Me miro con ternura. Porque creía que podía. Que estar con él (hubo muchos él que hirieron) valía algunos raspones. Que siempre están las curitas para el alma. Que igual no se ven. Y que echándole un poco de ganas, incluso hasta lo puedo cambiar a ese que lastima. Porque la gente por amor cambia. ¿No lo sabías cerebro? Pues a mi me contaron como no sé cuantas historias todas verdad, en que las personas cuando realmente se enamoran, cambian para hacer feliz al otro.
Y el cerebro mirándome azorado. Una persona grande contando cuentos de hadas a plena luz del día. Señora. Por favor. O es que sólo habló con personas que como usted querían creer que cambiar para hacer feliz a otro es posible. Si ud quiere cambiar a quien la hiere, le sugiero que cambie ud primero.
Preguntáte por qué te quedás en un lugar donde te lastiman y te duele.
Preguntáte por qué esperás que mágicamente una situación termine.
Preguntáte.
Mi cerebro escuchó a mi corazón toda la vida. Hasta que un día decidieron hacerse amigos. Mi cerebro le dijo “Deja que te dé una mano cuando sientas que no podés. Si vuelve a llamar esa persona que estás intentando olvidar. O cuando estás triste, salís con tus amigas, te ataca la añoranza y las manos se te van para el celular.” #cerebronoquierecelular
Mi corazón prometió contar hasta treinta antes de hacer. Dejar de buscar lo que lo daña. Poner límites. Cuidarse.
Y mejoraron bastante la relación. Desde entonces, misteriosamente hoy, las personas que hieren ya no se acercan. Es que mi cerebro cuando está amigado con mi corazón, me hace tener las cosas tan claras. Los quiero. Juntos a la par, son puro rock.
Nunca estamos solas! Ni locas ni rayadas! Vamos que vamos!
Simone Seija Paseyro
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