Blog - Nunca estamos solas

Es en la infancia que se siembra el adulto que seremos…

Es en la infancia el tiempo en que cae al suelo la semilla de nuestro propio árbol.

Crecí en tiempos de dictadura militar. De silencios. De cuchicheos. De libros escondidos en el horno de pan. De uniformes y armas desplegadas. De allanamientos de moradas, con los vecinos afuera mirándonos temerosos, mientras mis padres temblaban de que no encontraran los discos, los escritos y la vida censurada que escondían en lugares no imaginados.

Crecí callando por miedo. Un miedo que no tiene cara, ni forma. Un miedo que quiebra a los hombres porque los cubre completos.

En mi país los cantantes de protesta fueron proscriptos. Y quedaron sus canciones. Los Olimareños. Mercedes Sosa. Zitarrosa, Serrat.Tantos otros… No se podían cantar. Ni escuchar. Ni nombrar.

Cada domingo, mi padre y yo nos tomábamos el ómnibus para ir a visitar a mi abuela. Nos sentábamos en los asientos del fondo…y cantábamos. Cantábamos las canciones de protesta. A viva voz. En dictadura. Un periodista que estaba obligado a ser prudente y una niña de 7 años.

El me enseñó quienes eran Sacco y Vanzetti. El Che Guevara. Que nada era azul en el cielo claro de la juventud. Y sin saberlo, me enseñó a perder el miedo. Mi padre le dio voz a la rebeldía, y cuando diez años después los cantantes fueron volviendo…me sabía de memoria las letras. Me las había aprendido cuando no se podían cantar.

Y no por ser de izquierda. Ni de derechas. Que me valen madre para el lado que se doble, porque siempre son los hombres de a pie los que pagan.

Me las aprendí por libertarias. Por insurrectas. Por resistentes a ser quebrados.
Me las aprendí por los presos. Por los desaparecidos. Por las madres que perdieron hijos. Por los hijos que quedaron sin padres. Por los muertos sin nombre. Por los fantasmas del espanto.

Hay gritos que quedan trancados en la garganta para siempre. Hay otros que salen en los momentos menos indicados. Luego los hay que bordean las cornisas…porque no son buenos tiempos para gritar.

Hay cantos que recuerdan la alegría. Hay otros que llaman al amor. Luego hay otros que rescatan la propia vida. Y salen volando de la boca como puros haces de Luz en batalla franca contra la oscuridad vil.

Cuando los Olimareños cantaron en el Estadio Centenario, en 1984, todavía estábamos en dictadura. Y no faltamos. Llovió cerrado sobre ellos y sobre nosotros. Y no nos fuimos. Ese día los corazones latieron al unísono. Celebraron vida Y honraron los muertos. Porque no hay censura, porque no hay terror, porque no hay poder, porque no hay metralla que logre callar a todos los que somos.

Siempre quedarán los vivos suficientes para recordar la historia. Para elegir no repetirla. Para honrar memoria. Porque los cimientos de un futuro sin pasado, son débiles. Para los hombres individuales, y para las sociedades.

Por hacerme cantar valor en medio del terror, por encima de partidos ni colores de banderas…te doy gracias gracias gracias. Porque nunca tengamos miedo. Porque nunca estamos solas…

Simone Seija Paseyro
Lectora de Registros Akásicos