Encarando para el Norte o el “desde dónde”
Ese jueves me invitaron a ir a bailar a Norte unas compañeras de Facultad, porque una de ellas cumplía dos años más que mi hija.
En otros tiempos, otras vidas, tal vez hubiera dicho que no. Hoy por hoy, pienso que salirse de los lugares que por edad, sexo, posición social y cabeza nos hacen creer que o creemos que nos corresponden, está bueno. Fui con todo tipo de información sobre el ambiente: “que es de levante”,” que es pura cumbia”. De todo, elijo recordar un comentario, escuchado hace un par de años, de una riverense nostalgiosa que vive en Montevideo: “El Norte está impresionante. Lo más parecido a estar en casa”.
Allá fui, rodeada de las peques, madre gallina en un mar de polluelas.
Que me pidieran la cédula al entrar ya fue toda una experiencia. Y ni hablar cuando le dije al de la puerta “Te pido por favor”, y el la dio vuelta, vio la fecha de nacimiento y me dijo: “¡No te me achiques que ya estás acá!”. Brutal.
Adentro me siento transportada en el túnel del tiempo. La edad promedio veintipico con suerte, viento a favor y un “vodka con naranja” (pizarrón del lugar dixit) arriba. La música que se escucha es rock argentino, son las dos de la mañana, la gente recién está llegando. Qué raro estar acá. Parece que mi cuerpo no fuera mío, que yo estuviera flotando por otros lados (“eso es la disociación, Simone, funcionando a todo trapo”- escucho a mi psicólogo) Pasan los minutos, reggaeton. Miro la foto desde afuera. ¿Huyo al campo ya, o aguanto diez minutos? Antes de tomar postura sobre eso, y como si hubieran dado un “a la voz de aura”, se empiezan a acercar los niños a las niñas.
Y llega EL momento:
– Vos me doblás en experiencia, pero imagináte, estaría bueno, ¿no?
Las palabras salen de un potencial yerno, casi todas las madres con hijas grandes, vemos a los de esa edad como un mercado ajenísimo. Lo miro a los ojos y pienso que obviamente que estaría bueno, siempre y cuando una tuviera ganas en ese momento, o fuera el indicado, que no era el caso.
Esto último se lo hago saber con toda amabilidad, mirá si cae un domingo por casa a comer con la nena y pasamos vergüenza.
Pero estas palabras me hacen recordar el “desde dónde” quiero estar ahí. Desde la libertad fantástica que da ir a bailar sin necesidad de buscar nada, ni de que el sentido sea otro que pasarla bien y sacarte de encima a los mosquitos molestos. Desde el no tener que sentirte ni más linda, ni más fea, ni más buena, ni más sexy….porque ya no te aplican los parámetros comparativos y tenés más que claro lo que sos y por donde pasa todo. Desde el dejarte llevar por esa música que no elegirías si estuvieras sola, pero qué bueno compartirla con gente que querés. Desde la alegría que da el estar viva Desde la comicidad que tiene que al volver del baile, con una amiga de la mitad de mis años, mi ex tercer marido abriera la ventana y me tirara la llave con esa cara que, supongo, sólo tienen los hombres espectaculares a las 6 de la mañana para recibir a sus esposas. Desde la sensación de plenitud que da andar a los tumbos al otro día, con tres horas de sueño arriba.
Más allá de lo que nos toque o elijamos vivir, gente,… ¡siempre nos queda el bendito y eternamente gozoso ¡desde dónde!
Bendiciones infinitas! Nunca estamos solas. Siempre es tiempo de ser felices y libres!
Simone Seija Paseyro
Lectora de Registros Akásicos