El 31 de octubre de 2011…
me subí al avión sin tener para nada en cuenta de qué noche se trataba. Me llamó la atención que fuéramos tan pocos los que volábamos. Y me recordé en el medio de horas y horas de turbonadas que era una provocación innecesaria viajar en un día así.
De todo se aprende. Así como supe que en París el Día de Todos los Santos no hay nada abierto y la soledad en las calles es infinita.
La fiesta de Samhain, de origen celta, celebra el fin del verano. El inicio del año, el período más oscuro. La puerta entre el mundo de los espíritus y el de los vivos queda abierta, y la conexión con el mundo astral se vuelve tan fluida como poco segura. Por esa razón ni el 31, ni el 1, ni el 2 abro Registros. Porque son días en que las energías son densas y la información que se recibe no es confiable. Sumando los riesgos de quedar con algún “regalo” pegado que venga del otro lado.
Antiguamente se usaban nabos tallados con una luz en el interior para guiar a los familiares fallecidos y asustar a los espíritus malvados. La gran diferencia con el hoy, es que en ese tiempo, existía una sabiduría y una conciencia acerca de los peligros de las aperturas de las puertas dimensionales. Hoy se toma como un juego algo que dista mucho de serlo.
La Iglesia Católica para contrarrestar Samhain instituyó el 1º de noviembre como el día de Todos los Santos. Y la fiesta de Samhain fue llevada por los irlandeses a Estados Unidos, donde se la denominó Halloween y en el siglo XIX, por una superproducción de calabazas, cambiaron los nabos por estas.
En México, los pueblos originales consideraban la muerte como el comienzo de un viaje hacia el inframundo. Al reino del eterno reposo se llegaba después de cuatro años de duras pruebas. En la actualidad, honran a sus muertos con imágenes, música, baile, historias, comidas especiales. Y de esa forma mantienen viva el alma de los que ya partieron.
Respetando todas las creencias, en lo personal, la noche del 31 es una noche de trabajo intenso. Para mantener las vibraciones elevadas. De tranquilidad, introspección y ningún tipo de intervención en la celebración. Específicamente elijo no vestirme de negro… Y lleno mi casa de Luz.
Los efectos de la oscuridad reinante en esa noche afectan a la tierra entera hasta un promedio de uno a dos meses después.
Que esa noche sea una noche de Luz. De Amor. De conexión con lo Divino. Y que nuestra alma nos guíe por los caminos más seguros a recorrer.
Bendiciones infinitas! Nunca estamos solas!
Simone Seija Paseyro
Lectora de Registros Akásicos