Blog - Nunca estamos solas

EL 14 DE FEBRERO EN QUE ME CASÉ…

Estaba pensando acerca del 14 de febrero. Mis 14 de febrero.

Y de repente caí en la cuenta que de las tres veces que me casé, la segunda fue por iglesia un 14 de febrero, en la ciudad de Minas.

No era ni siquiera bautizada, pero para mí entonces novio era importante la ceremonia religiosa. Y en especial casarnos en una parroquia muy humilde que él había ayudado a construir con sus propias manos y que tenía una Virgen que había llegado desde Italia para su padre, Ostego.

La charla pre matrimonial la hicimos con el cura más abierto y amoroso que conocí, tomándonos una cerveza en una tarde de calor insostenible.

El vestido fue corto y me lo hizo mi ex suegra, que era modista, con todo el Amor del mundo en cada puntada.

Entramos con It could be Heaven de Queen. La bendición de los anillos fue con Marooned de Pink Floyd. Silvio Rodríguez nos regaló Imagínate y salimos con los acordes de Enya cuando aún ni se conocía. El vals fue el de la Bella Durmiente, porque no podía ser otro…

Esa tarde mientras mi futuro esposo corría con todos los preparativos nos fuimos con una amiga (la misma que nos llevó a la Iglesia) a pasar el día a Pueblo Blanco y a correr desenfrenadamente por la ruta 81. La mejor de todo el Uruguay…

Ese matrimonio duró lo que tenía que durar, pero conocí a alguien inolvidable, mi suegro Ostego. Hace poco supe que partió de gira con los ángeles que siempre lo asistieron, y tal vez por eso, hoy estoy escribiendo esto.

Donde estés, te agradezco el amor con que siempre me recibiste. La capacidad de comprender el sufrimiento y de aceptarme tal cual era. La alegría que te daba verme llegar a tu casa y la preocupación por mi dolor que no podía disimular por lo que recién se estaba comenzando a gestar con mi hija. Porque el castigo por volverme a casar fue terrible y no fue a mí a quien más dañó…

Esa noche, en que no sabía de qué manera me la iban a hacer pagar, fui muy feliz. Y Ostego también. Porque el tenía una profunda fe en esa Virgen y creo que en el fondo, fue por él que decidí a casarme ahí.

Después del divorcio, me buscó para decirme que siempre me iba a querer como una hija. Y ahora mientras escribo, sé que era así. En tiempos donde yo aún no tenía Fe, él me supo transmitir la suya tan profunda e inalterable, tan humilde, tan humana. Porque la gente de corazón enorme es así… te quiere por sobre toda circunstancia. Y la muerte no marca el final, sino el “Hasta luego”. Saber que él me va a estar esperando cuando sea mi hora, refuerza mi fe, mi paz y mi alegría.

Bendiciones!

Simone Seija Paseyro
Lectora de Registros Akásicos