De cada relación amorosa que tuve en mi vida…
De cada relación amorosa que tuve en mi vida mi cuerpo partió primero al terminar, y mi alma con hasta años de diferencia.
Cada uno de nosotros tiene un desafío, algo para vencer, para mejorar, para reconocer , mirar de frente y enfrentar. Entre los muchos que me han tocado, el apego ocupa un lugar fundamental.
Eso y esa cierta desconexión en los momentos presentes para darme cuenta cuanto estoy sintiendo y cómo lo siento. Es algo así como que funcionara con un delay emocional.
Entonces cuando un vínculo está en momento de ser soltado para continuar caminando, mi cabeza dice “Es lo mejor”, y otra parte que sale de no sé donde dice “Pero lo quiero”.
Con el tiempo aprendí que querer a alguien y ser infeliz no es la ecuación que deseo para mi vida. Vivir un amor sufrimiento es sufrir más que amar.
A medida que crecemos, las pruebas vienen más fuertes. Esa con la que siento que di todos los exámenes fue con alguien mucho mayor que yo, que desde el día uno me desdoblé y sentí que me quería quedar porque lo amaba, pero lloraba más tiempo del que respiraba.
Y en esos ires y venires desgarradores se fueron como cuatro años de vida. Era como si tuviera una raya al medio: de un lado mi relación con él que era un juego de atraparme y yo de huir, y del otro, mi vida normal, en la que me sentía bien, disfrutaba, viajaba, salía con mis amigas. Todo lo que hacía en este lado de la raya me lo cobraba él con intereses, tanto era el enojo de no lograr imponerse o encontrar un lugar en mi vida.
Cuando finalmente ambos dijimos basta al unísono, mi cuerpo se fue del lugar, pero mi alma se quedó dando vueltas un rato más. Cerrando puertas, atando cabos, comprendiendo deudas, saldando historia. Cuando cuerpo y alma se volvieron a unir después de andar tan disgregados, empezó la unión de todas mis partes y la verdadera vida. No una con forma de puzzle, sino la que se construye sintiendo, pensando, haciendo, diciendo, conectada con el propio deseo, las propias creencias, el propio conocimiento de sí.
Toda relación es maestra. Entramos siendo unos, salimos siendo otros.
Toda relación se agradece. Porque es una oportunidad de crecimiento.
Todo lo que hace sufrir se suelta. Porque lo contrario es autoagredirse.
Todo apego, es una suerte de pegote, que nos deja fijos como en una foto antigua. Está en nosotros despegarnos, encontrarnos, permitirnos seguir, y celebrar la vida…
Bendiciones! porque puedas unir todas tus partes con una única dirección…la felicidad a través de la propia paz!
Bendiciones, nunca estamos solas!
Simone Seija Paseyro
Lectora de Registros Akásicos