Blog - Nunca estamos solas

¿Cuántos seríamos capaces de amar por encima del poseer?

Hace un par de años leí el libro de García Márquez, “El amor en los tiempos del cólera”. Me negué en redondo a ver la película, porque Fermina Daza no puede ser encarnada por nadie que no represente “una diosa coronada”. Y porque Juvenal Urbino debería ser tal como mi imaginación me lo pinta. Y porque a Florentino Ariza prefiero sencillamente no imaginarlo de ninguna manera.

La historia de amor entre Fermina y Florentino se inició cuando ellos eran adolescentes, un romance apasionado al que ella puso fin sin más razón que la de no haberlo mirado bien hasta el momento en que lo vio. La vida de él se suspendió en el tiempo, y la de ella siguió. Fermina se casó con Juvenal y Florentino se mantuvo soltero a rajatabla, pero en el ínterin se acostó con cuanta mujer se le cruzó. Para el momento en que Fermina quedó viuda, algo que Ariza había esperado toda la vida, el estaba acostado en la cama con su última conquista, su pupila de 13 años. Pero al saber del nuevo estado civil de su amada, todo quedó atrás y pacientemente se echó al hombro la tarea de reconquistarla. Y lo logró. Pisando ambos los 80.

Es tal vez la historia de amor de corte más fatal y doloroso, y sin embargo, gozosamente vivida por aquel que amó sin recibir una sola señal de correspondencia. El libro termina con Fermina y Florentino realizando un recorrido eterno por el río, en un barco llamado “Nueva Fidelidad”. Lo que lleva a preguntarme si la fidelidad es condición necesaria entre quienes se aman, o meramente un constructo cultural y religioso que apacigua el “salvajismo” de los humanos. No parece haber sido el condimento básico en el libro del Gabo.

A simple vista. Porque aún teniendo relaciones con otras mujeres, el protagonista mantuvo su amor intacto por ella durante toda la vida. Un amor sin papeles, sin formato consagrado, pero puro, apasionado, capaz de vencer la adversidad del tiempo y resistir la seducción de cualquier otra que anduviera por la vuelta. Un amor que trascendió el físico y la edad, que palpitó encabritado cuando tuvo entre sus manos, aquellas arrugadas de su eterno sujeto.

¿Cuántos seríamos capaces de amar por encima del poseer? ¿Cuántos podríamos perder el miedo a no ver a quien queremos al lado nuestro, y tolerarlo y ser felices si lo sabemos feliz?

No abundan Florentinos en la vuelta, y desde cierto ángulo, una casi diría que es mejor el lugar de Fermina, que de última no se comió el coco e hizo la suya. Pero yo daría un par de los años que me toquen de vida, por vivir ese sentimiento fulminante, cierto, devastador, intrépido y poder seguir viviendo y dejar vivir. Gozosamente.

Bendiciones infinitas! Nunca estamos solas!

Simone Seija Paseyro
Lectora de Registros Akásicos