Cuando lo vi sentado…
Cuando lo vi sentado en el muro de la entrada al Jardín Botánico, sentí algo raro. Cuando se paró y completó sus casi dos metros, lo que leí en sus ojos fue desesperación. De la profunda. De la de toda la vida.
Nos saludamos sin conocernos, porque aunque compartimos apellido el parentesco es lejano y no nos veíamos desde hace casi veinte años.
Extendí el pareo entre los árboles, sacamos el matey comenzamos a hablar la vida. Y en esa charla, mi alianza abandonó mi dedo, se entreveró en el pasto y no hubo forma de encontrarla.
A ese jardín entraron dos personas y salieron otras. Yo pasando los 40 y el con 25. Yo con tanta vida sobre los hombros y el con ninguna. El tan desesperado y yo tan salvadora.
Con el paso de los días desaparecieron la edad, el parentesco lejano, el mundo y se encontraron las almas.
En el plano real, hablé con quien tenía que hablar. Para no mentir. Que no sirvo para eso.
Compartíamos libros, películas, horas interminables. Descubrió el Polonio en invierno y volvimos mil veces para exorcizar sus miedos y sanar mis heridas. Nos encontramos con la mente, con el corazón, con el cuerpo.
Aprendió a compartir espacios. A ver mi cepillo de dientes en su casa. A estar horas hablando compartiendo un vino. Aprendió que valía, y permitió que salieran a la luz sus mejores partes aunque casi me muero en el intento. Porque cada vez era ir a rescatarlo de los fondos más profundos. Porque el no sabía lo que quería pero yo…sí.
Cada martes me juntaba con mis dos grandes amigos de la Facultad a llorar lo que no podía romper, pero tampoco armar.
Y así fue pasando un año y medio.
Una tarde de invierno se apareció con todas sus cosas en mi casa para instalarse. Mi amiga me miró a los ojos y me dijo “Basta Simone. Esto termina mal”.
Y 10 días después lo terminé. Lo mandé de vuelta con su madre, con sus libros, su ropa y hasta las pesas de gimnasia.
Aprendí que el amor no tiene edad. Que las almas se encuentran y se reconocen. Que para amar hay que ser valiente. Para romper las reglas dos veces valiente. Que para estar juntos hay que querer lo mismo. Y que una relación no es sólo dar y salvar, sino recibir y que te amen.
Confieso que he vivido, como dice Neruda. Y no me arrepiento. Ni un poco. Aunque haya dolido.
Si amas… atrévete. Atrévete a dejarte sentir y que te sientan. Con el tiempo, es lo que vale la pena… Que de todas maneras siempre tendrán algo que decir de ti…
Bendiciones!
Simone Seija Paseyro
Lectora de Registros Akásicos