Ahí está ella, la Cuesta de Moyano…
Ahí está ella, la Cuesta de Moyano. La parada obligada en todos mis viajes a Madrid. Con sus libros al sol tímido de otoño, explayados sobre sus mesas cargadas de secretos.
La primera vez que la vi, supe que cada vez que visitara la ciudad, había que recorrerla.
Madrid tiene “lugares con sabor a mí”. El café “La platería”, donde conozco a dos de las chicas que atienden desde hace años (una cubana y una ecuatoriana), y me esperan, aunque me despierte tarde, con una ración de churros y porras, especialmente reservadas para mí, porque saben que no les fallo.
El Parque del Retiro con sus caminos infinitos, su variedad, su vegetación, su calma. Sus lanchas para remar en su lago (tengo una ampolla en cada mano que ni les quiero contar). Sus puentecitos, sus riachuelos, sus pavos reales.
La calle Preciados con mi tienda de ropa preferida, sí ,soy humana, hay un lugar que me encanta porque es desigual…
Y luego está ella, la cuesta de Moyano.
Recorrerla es un acto sagrado. Me dejo sorprender. Dejo vagar los ojos como al descuido, me llama la atención un libro, lo miro. Lo dejo. Hasta que aparece uno en especial y comienza la fiesta.
El librero observa cuales voy separando. Es un hombre de barba blanca, ojos sabios, sonrisa poco fácil.
“Si quiere entre. Aquí tengo muchos más que le van a gustar.”
El espacio es mínimo. Pero tiene razón. Me olvido de que ya compré tres en una librería en estos días. Dejo de lado el peso de las valijas. Y me dejo llevar.
El librero espanta a los incautos que se acercan. Vuelve el momento y el espacio únicos para esa celebración del rito de que los dedos rocen el conocimiento. Mi corazón vibre con los contenidos. Y se vaya formando una pequeña montaña de joyas cinceladas en papel.
Subo la cuesta con mi bolsa de tesoros. Tomo la calle Alfonso XII rumbo al apartamento. Al llegar, me preparo un té, me siento en el sillón y abro el primero.
Ahora viene un tiempo nuevo. El de llegar a casa, ponerlos en la biblioteca que está en mi cuarto de trabajo personal. Darle un orden a la lectura. Subrayarlos cuando los voy leyendo. Hacer anotaciones en mi cuaderno de “Je suis prest” (Estoy preparada), para darle a este año que se inicia nuevos rumbos. Incursionar en nuevos haceres y quehaceres espirituales, basados en el estudio de esos grandes maestros con aroma a tinta.
¿Por qué me gusta repetir los lugares especiales cuando viajo? Porque en ellos hay espacios amados esperando. Es como volver a un pedazo de hogar que está en otras tierras cada vez. Y de eso, como de amar, agradecer y bendecir, espero no olvidarme nunca. Porque es un sentir similar pero jamás igual. Dando sentido a la vida toda.
Espero compartir los nuevos temas en las distintas maneras de encuentro posibles. Las que ya tenemos, y alguna otra que se irá sumando.
Gracias, gracias, gracias por acompañarme. Siempre. Porque nunca estamos solas…
Simone Seija Paseyro
Lectora de Registros Akásicos