Actualizando contratos de vida
Si la paz es a costa de mi felicidad no la quiero.
Si la paz paga el precio del silencio, el sometimiento y la autocensura, no la quiero.
Con el pasar de los años, los contratos vinculares se actualizan.
Para que no queden perimidos.
Para que reflejen la realidad y no la historia.
Esos contratos tácitos, o de palabra. E incluso los escritos.
Actualizarlos es tener en cuenta quiénes somos hoy.
Quien sos vos. Quien soy yo.
Que me hace bien. Qué te hace bien.
Qué me hace feliz. Qué te hace feliz.
Actualizar contrato puede terminar en ruptura. En irse. En terminar con ciertos roles. Revisar los contratos vinculares con parejas, amistades, trabajo, hijos, padres, es acto de valentía.
¿Me gusta la que soy en cada uno de esos roles?
¿O lo sigo sosteniendo porque no quiero romper ni salir rota, aún sintiéndome infeliz?
Sentarse frente a frente y decir lo que se piensa.
Lo que se siente. Lo que es. Lo que hay.
Conectando con las que somos. Escuchándonos.
Siendo leales a nosotras mismas.
No queriendo conformar al otro. Sino conformarme a mí.
Somos la generación del “No seas egoísta” y tan bien lo aprendimos que cuando nos ponemos primeras en la lista, nos sentimos egoístas, y por lo tanto culpables.
Si hacer lo que quiero y siento me da culpa, el desafío es ir al origen.
A esos mandatos, a esos aprendizajes que de una manera u otra nos condenan a vivir la vida que los otros quieren que vivamos.
Sin animarnos a ser y hacer desde las propias ganas.
En eso ando. Actualizando mis contratos. Mi contrato con la vida. Con la familia. Con la amistad. Con la maternidad. Con el trabajo.
Porque estar viva es moverse.
Y conocerse.
Merecemos…
Escrito por Simone Seija
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