A vaciar mochilas se aprende vaciando
¿Te mudás y hacés la del caracol? Que Mueve la casa de un lugar al otro con todo sobre las espaldas. Y no suelta nada.
Una mudanza es una nueva vida cuando libero la mitad de lo que tengo.
Sin excusas baby!
Queremos que las cosas cambien, pero, ¿queremos cambiar?
¿Se cambia sin soltar?.
Quiero vivir una nueva experiencia, decimos. Pero ir a nuevos lugares, si hacemos siempre lo mismo, si no nos salimos de nuestros renglones endurecidos, no es vivir una nueva experiencia. Es movernos de escenario para repetir.
Mudarse, viajar, divorciarse, volverse a poner en pareja, tener otro hijo, irse del trabajo, estudiar algo nuevo, son cambios reales cuando modifican mi viejo Ser en el mundo y dejan espacio al nuevo.
En esas ando estos días.
En infinitos viajes al contenedor. Sin prisa, sin pausa, sin culpa. Sin disponer a quien va lo que suelto. Ni preocuparme por venderlo. Ni porque quien lo reciba comprenda el valor afectivo, económico, o lo que sea que tuviera para mí.
Podemos ser tan tóxicas en las relaciones con los objetos, como con las personas.
Y después decimos que queremos andar livianas de equipaje.
Alivianar equipaje es dejar ir objetos, personas, emociones que no aportan, proyectos caducos, profesiones que no nos hacen felices, estados civiles trasnochados, miedos rancios, casas abarrotadas.
Vaciar mochilas no es un ejercicio de visualización. Es una forma de vivir. De Ser. De hacer. Cuando más aferradas a la mochila y su contenido, más peso, menos resistencia, más agobio, más aburrimiento, menos innovación, cero riesgo y mucho miedo a que falte. Y estoy haciendo una declaración de escasez anticipada.
Desalojar lo inútil. Lo que ya no es. Lo que ya no suma. Para tener espacio para las nuevas siembras, las nuevas personas, los nuevos proyectos, las nuevas vidas. Gozadas y concebidas!
Siendo y Haciendo puro rock!
Juntas es mejor!
Simone Seija
La Psicóloga que leo Registros Akásicos